jueves, 28 de junio de 2012

Las tortugas gigantes de las islas Galápagos


El fin de semana pasado murió de viejo el Solitario George, último representante de Chelonoidis abingdoni. El viejo George fue encontrado en la isla Pinta en 1972 y trasladado al centro de tortugas gigantes de Puerto Ayora (isla San Cristóbal), donde se realizan estudios y proyectos de cría en cautividad.

 En los últimos días los medios de comunicación se han hecho eco de esta importante noticia sobre las tortugas gigantes y el parque nacional de las islas Galápagos. La biodiversidad ha sufrido un grave revés pero en las Galápagos, las “islas encantadas”, quedan otras muchas tortugas gigantes y no se han extinguido todas, tal y como algunas personas me han comentado inquietas estos días. Bien es cierto que corresponden a diferentes especies.


Al escribir este post vienen a mi memoria unos días inolvidables pasados en aquel archipiélago así que a modo de pequeño homenaje póstumo al Solitario George, al que por cierto van a embalsamar y exponer en un futuro centro de interpretación que llevará su nombre y estará dedicado, como no podía ser menos, a las tortugas gigantes, os cuento dónde ver a los gigantescos quelonios que han dado nombre a las islas.



En las islas Galápagos habitan 10 especies diferentes de tortugas gigantes (11 con la del desaparecido George y tres más que existieron en el pasado). En la actualidad las islas que cuentan de forma autóctona con estos enormes reptiles terrestres son: Isabela, la más importante con 5 especies, Santiago, Pinzón, Santa Cruz, y Española.



En la isla San Cristóbal tuve ocasión de pasar una mañana en la Galapaguera de Cerro Colorado. Allí conviví de cerca con las tortugas tal y como antes pude hacer en isla Mauricio y posteriormente en las islas Seychelles, los tres lugares en los que existen tortugas gigantes terrestres. Son animales encantadores de aspecto absolutamente prehistórico y tamaño descomunal que llegan a sobrepasar los 250 kilogramos de peso y a vivir, como George, 150 años.


lunes, 18 de junio de 2012

Varadero, todo incluido en naturaleza


Cada año miles y miles de personas llegan a Varadero buscando la “playa azul”. Sol, mojitos y piñas coladas. Nada más. La inmensa mayoría se van por donde vinieron si haber pisado más allá de la franja de arena situada frente a su hotel. Unas vacaciones tan respetables como otra cualquiera, sin duda, pero no van conmigo. Conocí Varadero con otros ojos, a través de una mirada bien diferente. Por supuesto con la referencia clara del mar, un mar de rabiosa belleza que le ha valido situarse en todos los ranking de mejores playas del mundo, sea quien sea el que lo confeccione.

Playa de Varadero, la "playa azul".
En mi visión de Varadero buscaba los encantos naturales de la península más famosa de Cuba. La playa con sus dunas y acantilados, la vegetación y fauna costera, el arrecife de coral, la Reserva ecológica Varahicacos, en el extremo oriental, o los esteros del sur, frente a la bahía de Cárdenas.



La península de Varadero o Hicacos es una fina prolongación de la isla en el Estrecho de Florida, con una longitud aproximada de 30 kilómetros y una anchura que oscila entre los 700-1.200 metros. Una fina lengua cuya franja noroccidental está ocupada casi en su mayoría por una playa de arena coralina de 22 kilómetros de largo. Arenas blancas y aguas de un intenso azul. No son 22 kilómetros rectos sino que la playa se divide en diferentes tramos que alternan la arena con pequeños salientes o tramos acantilados abrasivos de baja altura. El punto más elevado de la península es de tan sólo 27 m.

Costa norte de tipo abrasivo.
Bien diferente resultan las partes sur y oriental de la península de Varadero, de tipo acumulativo y bajo. Allí se forman zonas empantanadas, con bajos y pequeñas grutas. El mejor ejemplo lo encontramos en el Paisaje Natural protegido de Varahicacos, importante enclave de biodiversidad caribeño. En esta área protegida viven 15 especies de moluscos, 27 de reptiles, 159 especies de aves, 5 de mamíferos y 84 de mariposas. Es un importante enclave migratorio, con la visita por ejemplo de los siempre vistosos bandos de flamencos.
Manglares.

La vegetación está dominada por el manglar, como en otros esteros de la península. En Varahicacos crecen más de 220 especies de plantas.
Una de las cuevas visitables es cueva Ambrosio.


La plataforma terrestre se introduce poco a poco en el mar hasta llegar al arrecife coralino, uno de los más bellos del Caribe, donde proliferan por supuesto diferentes especies de corales y otros invertebrados marinos. También infinidad de especies de peces.

miércoles, 13 de junio de 2012

El valle de Yumurí


El famoso puente de Bacunayagua, el más alto de Cuba.
El valle de Yumurí, bien conocido por los cubanos, es un enclave natural que probablemente no vendría en las guías de no ser por el puente que salva el río Bacunayagua a 7 kilómetros al oeste de Matanzas. Uno d elos dos ríos que lo cruzan, además del propio río Yumurí. Se trata del puente más alto de la isla, con 110 metros de altura, una obra de la ingeniería civil de los años sesenta. Es posible también que lo que hace que definitivamente se incluya en las guías turísticas sea su emplazamiento, a medio camino entre La Habana y Varadero, lo que ha convertido el lugar en parada obligada para las excursiones de turistas que se dirigen hacia estos lugares y que hacen un alto en el camino para degustar alguna piña colada con buenas vistas. Creo que el valle merece una visita más pausada. De su paisaje kárstico y del flysch además de su interesante flora y fauna.




Por supuesto una primera visión ha de obtenerse desde el mirador turístico de Bacunayagua, desde donde se tiene una excelente panorámica de toda la extensión del valle. Emplazados en su valla de hormigón, los zopilotes cabecirrojos vuelan por debajo de nuestros pies, a ras de las copas de los árboles o incluso por debajo de estas. Una singular visión de estas abundantes rapaces.

Entre la densa vegetación que tapiza profusamente de verde el valle en toda su extensión destacan sobre el resto las palmeras reales, más abundantes cuanto más en la costa, es decir, bajo y a la izquierda del mirador.



El valle, que está encerrado por colinas de 150 metros de altura y que alcanza los 8 kilómetros de anchura máxima,  incluye la reserva florística Cuabal de las Tres Ceibas de Clavellinas y el endemismo botánico Melocactus matanzanus, un cactus de bella flor roja. Hay alguna carretera que se adentra para recorrer el valle de Yumurí.

Zopilote cabecirrojo.

A 1 hora de camino quedan las playas de Varadero. Hacia allá voy en el próximo post pero ya os adelanto que he cambiado el mojito por la cámara de fotos para contaros “el otro Varadero”.

martes, 5 de junio de 2012

La cueva del Indio, en las tripas del mogote

Salida de la cueva del Indio.

Los mogotes por dentro son como los quesos gruyere, una gran roca porosa repleta de oquedades. La densa vegetación que envuelve la superficie exterior, una selva de palmeras, no es óbice para evitar que la lluvia, que en esta zona del país cuando cae… cae, se filtre al interior de la montaña. Dicen los lugareños que cuando llega la lluvia, dentro del mogote llueve más que fuera. Y no les falta razón. La porosidad de la roca caliza hace que el agua la moldee a su antojo creando sistemas cavernarios impresionantes, con cuevas, grutas y simas de notable interés. Entre ellos algunos de los sistemas de este tipo más importantes de Cuba. En el parque nacional Viñales destaca la Gran Caverna de Santo Tomás (46 km.), el Sistema Palmarito-Novillo-Pan de Azúcar (48 km.), el Sistema cavernario de Guasasa (15 km.) o el de San Vicente (6 km.). La mayoría sólo apto para espeleólogos.

las estalagtitas y estalagmitas abundan en el interior.
 Algunos mogotes tienen tanta agua que de hecho están atravesados en su interior por un río. Las cuevas se originan por el río que discurre transversalmente en una polja marginal, formada por el contacto entre una roca caliza y otra dura (pizarra y esquistos). Los ríos entran en la montaña por fracturas preexistentes en la roca y la recorren hasta salir por el lado opuesto.

Navegando por el río interior.
Tal es el caso de la cueva del Indio, la principal cueva turística del valle de Viñales. Una cueva a la que se entra caminando y de la que se sale navegando. La cueva está a cinco minutos del pueblo de Viñales, en medio de un paisaje espectacular de mogotes. Nada salvo el restaurante ubicado a su entrada hace pensar que allí hay una cueva. La visita no dura más de 25 minutos. Consiste en un corto recorrido a pie de 200 metros entre estalactitas y estalagmitas. No es una cueva asfixiante y se puede caminar de pie sin problema. El sendero acaba en un pequeño embarcadero interior donde se toma un bote que recorre el río hasta la base de una cascada primero y hasta la salida después. En total unos 500 metros en barca (14 pax por barca) que no llevan más de 10 minutos. Durante el trayecto se juega a buscar y adivinar formas en la pared: la botella de champán, el cocodrilo, el cerdo boca abajo, la calavera, las tres barcas de Colón… algunas con más acierto que otras. La imaginación es libre.




Cuando llueve mucho la cueva se cierra pues el nivel del agua sube rápidamente lo que puede imposibilitar la salida por el río. Mejor ir a primera hora de la mañana pues se suelen formar colas en el interior de la cueva cuando llegan los grupos de turistas a partir de las 11 de la mañana. Se recomienda calzado cómodo y cuidado con los posibles resbalones si el suelo está húmedo. Es una cueva muy fácil y apta para todo el mundo.

Sendero por el interior de la cueva.