viernes, 21 de septiembre de 2012

El Valle del Draa


 

Dependiendo de la fuente consultada las dimensiones de este valle marroquí oscilan entre los 100 y los 200 kilómetros de longitud. Yo me inclino por la segunda opción e incluso diría que se queda corta. Sobre la anchura mejor no hablar pues es bastante variable en una orografía repleta de gargantas, cañones, desfiladeros, meandros y tramos abiertos. Su belleza es mesurable y en eso si se ponen todos de acuerdo.

 

El valle del Draa, en las puertas del Sahara, es el valle más famoso de Marruecos. Reúne todos los requisitos para ser también el más representativo del país. El río Draa, de cuyo curso principal se derivan canales de irrigación para llevar el agua algo más allá de unas orillas de gran fertilidad donde abundan los frutales, nace en el Alto Atlas de la confluencia de los río Ouarzazate y Dades, y se dirige al sur hasta fundirse con la arena del desierto. El elemento más representativo del valle son las palmeras datileras -que crecen por miles, cientos de miles- formando imágenes de gran plasticidad, imágenes que ilustran a la perfección cualquier enciclopedia a la hora de definir un oasis. Las laderas montañas y los escarpes rocosos que flanquean el discurrir del río componen un telón de fondo perfecto. Una lección de geología con pliegues, levantamientos y estratos casi perfectos.

 

Es un valle apacible, de temperaturas frías en la noche y altas en el día, grandes contrastes propios de la zona desértica en la que se encuentra. El río amortigua el termómetro diurno y la diferencia con los valles del Dades al norte y las dunas del Erg marroquí al sur es notable.

Es un valle hoy tranquilo pero antaño sometido a conflictos étnicos que han dejado una arquitectura excepcional de ksars (alcazabas) y kasbahs (ciudades fortificadas) de barro y adobe como Tamnougalt, Timiderte, y tantas otras. Algunas han sucumbido tras el abandono a la fuerza de la gravedad y poco quedan de sus muros.

Las noches en el valle son magníficas y dormir a cielo abierto invita precisamente a no pegar ojo hasta que despunte el sol.

 

En las montañas de Tizi-n-Tinnififft en medio de un paisaje mineral se esconde un pequeño vergel originado por la bella cascada de Tizgui. El acceso es cómodo por una pista en perfecto estado que, bien indicada, parte de la carretera general Agdz-Ouarzazate. Es un sitio encantador para dar un paseo y caminar un poco por la garganta de la que emana la cascada.

 

Muchos de los que defienden la tesis de los 100 kilómetros de extensión sitúan el arranque del valle a partir de Agdz, donde el río cambia los escarpes del Anti Atlas del Jebel Saghro por las montañas más suaves del Jebel Bani y las palmeras dan la mano a la arena del desierto en Zagora y Mhamid. La fusión del valle con el desierto del Sahara está consumada. ¿Y el río? Pues también se funde hasta desaparecer bajo las arenas para discurrir subterráneo 600 kilómetros antes de verter sus aguas al Atlántico.

 

La estratégica situación del valle del Draa fue desde siempre una importante vía de comunicación entre las arenas y las montañas, lugar de paso de las legendarias caravanas del desierto -hoy formadas por 4x4 buscando aventura-, de rutas de comerciantes… Cuando lleguéis al valle no vengáis de paso, venid a quedaros, al menos el tiempo suficiente para conocer un buen ejemplo de oasis donde los dromedarios que formaban esas caravanas viven hoy en semilibertad.

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