lunes, 27 de mayo de 2013

Migración de las aves a través del Estrecho del Bósforo


Bando de cigüeñas blancas en una térmica.
Con la llegada del invierno, los recursos alimenticios disponibles se reducen y la fauna inicia sus movimientos migratorios a zonas en las que el alimento no es problema. Este hecho es especialmente relevante en el grupo de las Aves. Aproximadamente la mitad de las especies de aves que existen son migratorias.

 

La migración de las aves es probablemente la más espectacular porque, aunque muchas especies viajan de noche, sus desplazamientos son muy visibles. El máximo exponente de la migración “voladora” es la que concierne a las llamadas aves planeadoras, aquellas que, a diferencia de las batidoras, necesitan de las corrientes térmicas para permitir su técnica de vuelo. Ésta consiste en aprovechar el calor desprendido por la superficie terrestre al ser calentada por el sol. El aire caliente asciende y de ello se aprovechan las aves planeadoras que, con el mínimo gasto energético, ganan la altura suficiente para después avanzar planeando. A este grupo de aves planeadores pertenecen las ciconiformes y las rapaces de alas anchas.

 
Milanos negros en paso migratorio.

Las aves realizan dos movimientos migratorios a lo largo de su ruta, una migración prenupcial y una migración postnupcial hacia las áreas de invernada que en el hemisferio norte coinciden con los meses de invierno en el primer caso y verano en el segundo. De la técnica de vuelo empleada por las aves planeadoras se desprende una conclusión clara: dependen de la superficie terrestre (pues en el mar no se forman corrientes térmicas) y por tanto para sus largos recorridos precisan de pasar por los puntos donde menor cantidad de agua exista, es decir, los estrechos. Se establecen así cuatro grandes rutas migratorias para estas aves en el globo que coinciden geográficamente con los embudos naturales de los istmos o estrechos: Istmo de Panamá en el caso del continente americano y los estrechos de Gibraltar (España), Messina (Italia) y Bósforo (Turquía) para las rutas migratorias euroasiáticas. En los cielos de estos lugares se congregan millones de aves.

 
Desde Tarabya se observa uno de los mayores estrechamientos del Bósforo.

Tuve la suerte de disfrutar de este espectáculo en mis trabajos de campo en el Estrecho de Gibraltar durante 5 años a través de los cursos de migración organizados por la Universidad Complutense de Madrid y algunos años más a título personal “enganchado” a este fenómeno estival en las costas gaditanas de Tarifa.

 

El Estrecho del Bósforo es al oriente de Europa lo que el estrecho de Gibraltar al occidente del Viejo Continente, el embudo de grandes rutas migratorias. El estrecho de Gibraltar concentra a las aves que emplean la ruta migratoria de Europa occidental y el del Bósforo la de Europa oriental. En el medio, el estrecho de Messina, entre la península italiana, la isla de Sicilia y el norte de África son una tercera vía de entrada (y salida) al continente africano (zona subsahariana), que es el principal destino migratorio.

Milanos negros en una térmica.
 


El estrecho del Bósforo actúa como embudo para las aves entre Europa y Asia. Muchas continúan hacia el sur del continente asiático llegando incluso a Oceanía pero la mayoría dan el salto al continente africano cruzando el mar Rojo por la península del Sinaí. También tuve la suerte de disfrutar del paso prenupcial de cigüeñas blancas en el parque nacional Ras Mohammed (Egipto). Allí se posaban exhaustos los bandos de cigüeñas en las playas del extremo del Sinaí.

 

El Estrecho del Bósforo, en Turquía, tiene la anchura idónea para que las aves no sufran. Sus 32 kilómetros de largo entre el mar Negro y el mar de Mármara (Mediterráneo) no son cruzados de norte a sur, sino que las cigüeñas (sobre todo blancas y en menor medida las negras) y las rapaces cruzan el brazo de agua de oeste a este (postnupcial) y de este a oeste (prenupcial) necesitando salvar por tanto una anchura mínima de sólo 750 metros y máxima de 3,7 kilómetros. Apenas un salto para las aves planeadoras. La corta distancia a salvar y la menor intensidad de los vientos dominantes (en comparación con el Estrecho de Gibraltar) hace que los bandos de aves no necesiten grandes jornadas de descanso ni ganar excesiva altura). Esto permite observar bien a los pájaros en este tramo de la ruta migratoria a pesar de que las cigüeñas blancas, por ejemplo, vuelan a una altura “de crucero” que llega a alcanzar los 5.000 metros.

 


Algunas de las especies que cruzan el Estrecho del Bósforo y que tienen un comportamiento migratorio más espectacular son las mencionadas cigüeñas blancas o las negras, pero también rapaces como los milanos negros, abejeros, águilas culebreras, águilas calzadas. También vencejos, abejarucos, etc. La más recomendable (desde el punto de vista del observador) es la migración postnupcial que tiene lugar entre los meses de julio-septiembre fundamentalmente. Y lo mejor de todo es que el espectáculo puede ser visto plácidamente desde la cubierta de alguno de los muchos barcos turísticos que realizan los cruceros por el Bósforo. o de los que unen las orillas europea y asiática de Estambul, como las aves. Y mejor a mediodía, cuando haya dado tiempo a formarse las corrientes térmicas.

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